Ya había estado anteriormente en Ibiza, pero hacía muchos años y de soltero, y ahora decidí volver con mi familia a disfrutar al máximo de sus playas y de su ambiente. La verdad es que ha cambiado bien poco en cuanto a toda la belleza que hay en esta isla, y durante nuestra estancia en ella lo pasamos genial en todos los aspectos.
Su nombre coloquial de isla blanca le viene al dedillo, porque todo en Ibiza parece de un blanco reluciente, y de alguna manera, dentro del ajetreo y el bullicio que suelen darle fama, también se encuentra una paz y una tranquilidad exquisitas para pasar unos días con la familia. Lo cierto es que no pasamos muchos tiempo conociendo su lado turístico, porque nos lo pasamos en grande disfrutando de sus preciosas playas y del buen tiempo que nos acompañó, pero aún así, si es la primera vez que se visita la isla, vale la pena conocer los diferentes puntos de interés e históricos del lugar.
Por ejemplo, visitar las murallas medievales de la capital ibicenca es un recorrido maravilloso tanto por el pasado que encierran como por la estructura de las mismas y otra de las visitas que no se pueden perder es la de la Catedral de Ibiza, puesto que aparte de formar parte de un pasado peculiar, también es un edificio de una belleza incomparable.
Pero la verdad es que en Ibiza lo que más apetece es gozar al máximo del sol y el descanso en sus playa y sus calas, y vale la pena ir descubriendo cada día alguna de ellas, porque tienen unos paisajes y un ambiente únicos en los que, por lo menos nosotros, hemos disfrutado tanto o casi como los niños.
Por supuesto la comida es fabulosa, y en todos los restaurantes que hemos estado nos han servido platos exquisitos y siempre con mucha amabilidad, aunque por lo que se refiere a amabilidad, lo cierto es que en Ibiza la encuentras en todas partes y quizás por eso yo guardaba tan buen recuerdo y el volver ahora no me ha desilusionado para nada, por lo que es un viaje que recomiendo con mucha convicción.