Era un viaje que tenía muchas ganas de hacer desde hace tiempo, y para tener solo un puente de tres días enteros, lo aproveché al máximo en Belfas. Llegué muy temprano y en seguida, casi sin tiempo de dejar la maleta en hotel, empecé a recorrer la ciudad. Es una belleza se mire desde donde se mire, aunque parece, y seguramente lo es, una ciudad no muy grande, tiene mucho sitios para visitar y todos ellos están llenos de historia. Lo primero fue recavar información para llegar al Castillo de Belfast y una vez allí, me quedé maravillada por todo.
Solo desde fuera, las vistas y el entorno en general son increíbles, y vale la pena recorrer con la mirada cada pequeño detalle de la fachada. Por supuesto era obligada la visita a los dos barrios Católico y Protestante, porque forman parte de la historia muy reciente de este país, y descubrir los murales sea de un barrio como del otro, me hizo comprender mucho más el pasado muchas veces violento de las zonas, el recorrido en el taxi negro fue toda una experiencia, además de ser instructiva, también me dio la oportunidad de conocer de otra manera, bajo el punto de vista del taxista, toda la historia relacionada con los dos barrios y sus ideales.
Por supuesto ir a visitar otros monumentos como la Catedral de Santa Ana, que aún siendo en apariencia muy sencilla, la verdad es que a mi modo de ver es exquisita, y caminar por las calles de Belfast me produjo muchas sensaciones encontradas.
Me tomé un día entero para hacer la excursión a la Calzada del Gigante, y fue fantástico todo el recorrido, sobre todo el puente colgante, que visto desde cualquier parte es una maravilla más de esta ciudad irlandesa.
Finalmente en lo que se refiere a la gente en sí y a la comida, también quedé muy satisfecha en ambos casos, y puedo asegurar que fueron tres días muy bien aprovechados y que recomiendo efusivamente para todos aquellos a quienes les guste conocer rápidamente un lugar de excepción tanto histórica como culturalmente.